Héctor Cabroile: un médico con mucho más que esfuerzo

un foto de Hector Cabroile

Por Igual Más

03/03/2015

 

      Héctor Cabroile (67) es una persona admirable por su tenacidad y esfuerzo. Tuvo un desprendimiento de retina siendo adulto, hecho que paulatinamente (tras cinco operaciones) lo dejó en la ceguera. Aunque fue capaz de sobreponerse y continuar su labor como perito judicial por dieciséis años. Y no queda todo allí… como veremos más adelante, también ha logrado desarrollar una particular visión de la discapacidad y de la vida. Continuamos con su experiencia de vida plasmada en «Capacidad en Primera Persona».

 

    «Hice mi secundario en el Instituto Peña, un colegio comercial de seis años de duración, pero yo me inscribí en la carrera de Medicina. Desde chico tuve miopía y astigmatismo. De hecho, usaba lentes de contacto. Me recibí de médico en 1976. El deseo de serlo lo tuve desde adolescente, mi madre trabajaba en una farmacia. Psiquiatría vino mucho después, aun veía. En 1977 me fui a trabajar a Charata, Chaco, como médico generalista, donde adquirí una enorme experiencia. Pero en mayo del siguiente año tuve un desprendimiento de retina de mi ojo derecho y volví a Córdoba. Me operaron dos veces y lo hicieron mal. Ya en abril de ese año fui entendido como prescindible por la Dictadura Militar. Así te sacan, según ellos por razones de servicio».

 

    «Ya casado, en 1982 nace mi primer hijo, y nos fuimos a Villa María, donde tuve el segundo desprendimiento en el ojo derecho y varias operaciones que no anduvieron bien. A partir de ahí, definitivamente, no vi más».

 

    A pesar de todas estas circunstancias, Héctor continuó trabajando y no solo eso, sino que también luchó por especializarse en Psiquiatría, ya siendo una persona ciega.

 

    «Un día de 1985 mi esposa vio en el diario un curso de especialización en Psiquiatría que organizaba la Cátedra de Psiquiatría con el doctor Núñez. Fui, hablé con ellos e inicié este curso de formación básica con una duración de cuatro años en el Hospital Neuropsiquiátrico. Luego, rendí ante el Consejo Médico de la Provincia de Córdoba. Allí hice la especialidad de postgrado. Para estudiar no tenía las facilidades que puede tener una persona no vidente hoy. Yo grababa y escuchaba en casa. Fue para mí una experiencia positiva, y en el año 1988 ingresé en el Poder Judicial de la Provincia para trabajar en el Departamento de Psiquiatría Forense. Esto sí no fue fácil, porque había muchos que se oponían a que entrara un tipo ciego, por los prejuicios y todo eso. Por ignorantes y por brutos. Estaba el doctor Royman como Presidente del Tribunal Superior de Córdoba. Él apoyaba que yo ingresara, y obviamente mi señora también. En 1991 rendí la especialidad en el Consejo de Psiquiatría, me recibí de especialista y revalidé el título rindiendo tres veces más. A fines de 1996 el Tribunal Superior de Justicia de ese momento me dio funciones de médico psiquiatra y empecé a trabajar por mi cuenta haciendo pericias, informes, hasta que en 1998 se incorporó el CIBER, que es un sintetizador de voz y el JAWS, que permitía acceder al trabajo con palabras, lo que me dio una total autonomía en el trabajo».

 

    Ante tantos escollos y obstáculos, todos necesitamos un porqué para continuar.

 

    «No creo en las iglesias, pero sí mi fe está puesta en Dios. La oración fue fundamental para mí como el apoyo de mi familia en ese momento. Indudablemente, lo que me motivó también fue el amor a la medicina, siembre iba a seguir dentro de ella como fuera. Es cierto que no fue fácil, y la especialidad de Psiquiatría fue la que me lo permitió porque, en realidad, es a través de la palabra como nos relacionamos con el ser humano. Ya sé que hay un lenguaje gestual pero es muy pobre. Si vos decís que la democracia es un sistema basado en la dignidad y el respeto al ser humano y la aceptación del otro, ¿cómo lo decís con gestos? Yo me retiré en el año 2014 del Poder Judicial como Perito Psiquiatra Forense. Hice más de 5.000 pericias solo. A su vez, sigo el ejercicio personal de la profesión. Estoy divorciado y tengo cuatro hijos que ya son grandes. Hoy tengo un consultorio privado.

 

    Héctor también piensa en la necesidad de una apertura mental para concebir a las personas con discapacidad, y como no podía ser de otra manera, lo entiende a partir de la lectura.

 

    “Yo leí un libro de Bonnet donde habla de personas ciegas pero con un concepto retrógrado y cuadrado. Las dividía en personas puras e impuras dependiendo de si tenían alguna otra discapacidad, en el caso de las segundas, o si solamente eran ciegos, en el caso de las primeras. Es un concepto propiamente de la Inquisición. Algo absurdo, no científico. Él decía que las personas ciegas no pueden ejercer ni trabajar en nada ¡Y se trataba de un psiquiatra forense! Pero yo no lo tomé así, hoy sigo atendiendo en mi consultorio”.

 

    No obstante, no cree que las discapacidades se “manejen”, estas tienen ciclos y simplemente uno se adapta para continuar.

 

    “Yo no he manejado nada, me he adaptado. Naturalmente tiene sus dificultades. Como nadie está preparado para quedar ciego, va atravesando diferentes etapas, como la del duelo de la pérdida de algo importante. También pasás por depresión, ansiedad… duran su tiempo. Pero en el trabajo tuve la gracia de toparme con un caso especial. En un momento se me encargó hacer una monografía respecto del automatismo mental de Clérambault (psiquiatra francés del siglo XIX). Leyendo sobre su biografía, encuentro que a los 33 años se suicida por quedar ciego. Ciertamente eso me impactó, pero gracias al apoyo de mi esposa y por tener un hijo continué. El apoyo de la familia es realmente importante”.

 

Frente a la adversidad se destapan potencialidades…

 

    “Los seres humanos tenemos una carga genética y una situación familiar totalmente distinta entre nosotros. Pasó tanto tiempo que, en mi caso, me adapté. Yo siento un gran amor por la naturaleza y, especialmente, por los árboles desde infante. Plantaba paraísos y me encantaba verlos crecer. Hoy los siento desde el tacto. He redescubierto la belleza y sabiduría que se ocultan en ellos”.

 

    Ciertamente, la ceguera cambia muchas cosas…

 

    “Te hace perder muchas cosas, otras no. Uno gana en desarrollo de percepción de otras posibilidades como el oído, que funciona en mí como equilibrio. La vista capta las diferencias de cosas, y el oído busca equilibrar. Y obviamente se agudizan otros sentidos como el tacto, la posición del cuerpo en el espacio. Yo veo un miedo terrible en las personas a perder la visión, es la proyección miedosa del vidente de perder la vista. Pero creo que es más difícil para un niñito que queda ciego porque se tiene que adaptar a un mundo hecho para quien ve. Él sí debe desarrollar muchas potencialidades a muy temprana edad. No obstante, no le doy el carácter dramático a esto. No es necesario que renazca una persona nueva cuando quedás ciego. He aprendido que hay cosas mucho más dolorosas que la ceguera, como la muerte de un ser querido, amputaciones”.

 

    La vida se disfruta en toda circunstancia…

 

    “Encuentro belleza en la vida, la música no se ve pero se oye. También me encanta verla en el otro ser humano, en los niños, en una mujer dulce y bella. Es parte de la personalidad de uno. Hay que saber ver que la belleza está en las criaturas y en su inocencia. Disfruto mucho de la poesía y la energía de los árboles. Ante la rapidez del mundo de hoy, yo prefiero la lentitud. Vivir apurado te enferma de ansiedad. Hoy anhelo que mis hijos vuelen en su profesión y sean felices. Siempre hay que hacer que un individuo despliegue las potencialidades implícitas que tiene. Esa tarea es de los padres”.

 

    Dios nunca se fue de la ecuación…

 

     “Yo soy un individuo de fe. Soy muy creyente. Y creo en el poder de la oración. No creo en la sugestión. A esto también lo pude leer en el libro El poder de la oración, de Carril. La oración me sirvió muchísimo, la vida no es una interpretación racional sino un misterio. No pasa por una explicación. La biología nos dice que la vida se dio por el azar, pero el azar es igual a libertad. Sin libertad, la vida no hubiera aparecido”.

 

 

Por: Gabriel Barbero

Equipo de Prensa de Por Igual Más

Colaboró en la edición de esta nota: Miriam Coronel

Fuente de imágen: http://www.lavoz.com.ar/suplementos/salud/queria-seguir-siendo-medico

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