Hace casi un siglo y medio que esta forma terapéutica se inició. Reconocida en algunas latitudes y recelada en muchas otras, concibe al ser humano como una unidad, por lo que postula que cualquier afección repercute sobre el todo. Consiste en técnicas diagnósticas y de manipulación del cuerpo que restablecen la funcionalidad sin recurrir ni a medicamentos ni a formas de curación cruentas. Trata muchas dolencias y condiciones, aunque no todas. Y, como a toda terapia alternativa, se le hacen objeciones.
La lucha entre las “ciencias médicas duras” y las terapias alternativas parece ser un continuo sin fin. Las primeras acusan a las segundas de la inexistencia de datos científicamente comprobados según los protocolos propios de cada disciplina, mientras que las otras recurren a los testimonios de aquellos que han sido tratados con éxito para refutar las acusaciones y demostrar sus beneficios.
En medio de la disputa nos hallamos los usuarios-pacientes, que escuchamos los argumentos de uno y otro lado, sin saber bien a quiénes creerles, si a la data de la ciencia establecida o a aquella otra que se mueve por los bordes y que promete resultados menos cruentos y más “naturales”, sin abusar de medicamentos que, además de caros, tienen sus consecuencias sobre nuestro cuerpo.
Uno podría pensar que las opciones alternativas son novedosas, pero usualmente no es así, sino que se trata de técnicas y procedimientos que, en algunos casos, datan de tiempos ancestrales o, cuando menos, llevan muchísimos años intentando que se reconozcan sus postulados y se las integre al circuito terapéutico establecido, sin lograrlo del todo.
La Osteopatía es una de ellas, que lleva poco menos de un siglo y medio desde que se postulara y que crece en la consideración de doctos y profanos.
Breve historia
Se considera al norteamericanoAndrew Taylor Still (1828-1917) como el padre de esta práctica.
Recibido como médico en Missouri, sus biógrafos explican que al poco tiempo de comenzar su ejercicio profesional comenzó a recelar de los métodos terapéuticos de su época, que, como mayormente ocurre hoy en día, se basaban principalmente en el suministro de medicamentos, a los que consideró como tóxicos y productores de daños en el organismo, más allá de que eventualmente subsanaran la patología específica.
Un hecho luctuoso terminó por inclinarlo a buscar una salida alternativa para la cura: hacia 1864 sus tres hijos fallecieron en medio de una epidemia de meningitis, ante lo cual sus conocimientos académicos no le sirvieron de ayuda para salvarlos. Ello lo determinó a tratar de hallar otras formas terapéuticas que fueran más eficaces, lo que lo llevó a experimentar con el magnetismo y el mesmerismo (por su promotor, Franz Antón Mesmer), esta última una doctrina que hace eclosión en el siglo XVIII y que se basa en la creencia de que existe un éter invisible o fuerza natural que atraviesa los cuerpos de todos los individuos, llenándolos de vitalidad y con poderes curativos.
Pero sus conocimientos de anatomía lo decidieron a buscar otro camino, quizá basado en las antiguas prácticas de los aborígenes Shawnee de su país, que eran expertos en la manipulación de los huesos del cuerpo.
Fue así que en 1874, tras años de estudio y práctica, difundió su teoría, la Osteopatía, la cual considera al esqueleto como mucho más que una simple estructura que sostiene al ser humano, afirmando que no se trata solamente de un sostén (como se creía por entonces), sino que tenía una función vital respecto de la condición sanitaria del individuo.
Lo que llamó la atención fue que él pudiera resolver el caso de un niño de cuatro años que padecía de disentería hemorrágica, que había sido desahuciado por el conocimiento médico de entonces y que Still trató con su nuevo método, lo que le valió cierto reconocimiento y llevó a que años después, en 1892, se fundara la Escuela Americana de Osteopatía en Missouri (actual Colegio Kirksville de Medicina Osteopática), donde se formaron muchos profesionales que no solamente difundieron la Osteopatía por todo EE.UU., sino que, a su vez, condujera a que se conociera en otras latitudes, al punto que ya en 1917, uno de sus discípulos, J. M. Littlejohn, fundara la British School of Osteopathy, que funciona prósperamente todavía en Londres, así como otros fueron sentando raíces en prácticamente todos los países del mundo. En Argentina, la primera institución, el Instituto Argentino de Osteopatía, se estableció recién en 1992. Tanto Still como Littlejohn, los dos referentes históricos más importantes, publicaron varios libros, que pueden conseguirse en castellano en diversos formatos a través de la web.
Principios de la Osteopatía
La Osteopatía tiene una concepción holística del ser humano, esto es, lo considera como un todo interrelacionado y armónico, por lo cual es posible intervenir en el cuerpo sin necesidad de acceder al órgano enfermo. Para algunos cultores de esta técnica, se basa en cuatro principios, mientras que para otros ellos son cinco. En esta última postura se enrola la Escuela Argentina de Osteopatía, cuyos preceptos tomamos como guía.
El primer principio es el de la interrelación estructura-función. Desde esta perspectiva, todos y cada uno de los componentes del cuerpo forman un conjunto estructural y diversos subconjuntos, que, a su vez, cumplen diversas funciones. Estructura y función se hallan interrelacionadas, por lo cual, si la primera no está en buenas condiciones y completa, el organismo no podrá funcionar correctamente. Y también resulta a la inversa: el malfuncionamiento determina problemas estructurales.
El segundo alude a que el cuerpo es una unidad. Por ello, los estímulos que recibe repercuten no solamente en la parte directamente afectada, sino que se expanden hacia la totalidad.
Por ello, la afectación de una parte resuena en el todo, porque es posible que se desencadene un efecto en cascada, esto es, que la afectación de un determinado sector de la estructura tenga consecuencias en otros. Ello es así porque el organismo todo responde ante una patología integralmente.
El tercer precepto indica que la vida es movimiento. Todas las partes son dinámicas y no estáticas con respecto a las otras. Desde las estructuras más densas, como los huesos, hasta las menos (músculos, por ejemplo), como los diversos fluidos, se mueven e interactúan. Cuando el movimiento se altera o se interrumpe es cuando aparece la dolencia o la enfermedad. El movimiento es una condición vital inherente a la salud.
El cuarto postulado refiere a la homeostasis. El cuerpo tiende a estabilizarse ante cualquier disrupción que afecte su normalidad naturalmente. Ello ayuda a que, tras las intervenciones pertinentes, el organismo busque recomponerse.
La quinta ley es la de la arteria. Sostienen los osteópatas que si la circulación sanguínea es apropiada, la enfermedad no puede establecerse, puesto que por el torrente sanguíneo circulan los elementos inmunitarios que lo impiden. Cuando el flujo normal se ve afectado es cuando se instalan los padecimientos, dificultando las posibilidades de defensa. En rigor, el mismo principio se aplica respecto de todos los demás fluidos del cuerpo.
Fuente de información: http://www.elcisne.org/noticia/osteopatia-ventajas-desventajas-su-utilizacion-discapacidad/3733.html
Fuente de imágen: www.espacioarka.com
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