Por Ab. María Beatriz Calás
Estimar a una persona es contemplarla con respeto, con consideración, con aprecio. En consecuencia, la autoestima es contemplarse a sí mismo con sentido de dignidad, con respeto. Se define como un conjunto de percepciones, pensamientos y sentimientos reflejados en comportamientos dirigidos hacia nosotros mismos.
Promover la autoestima en una persona es realizar cualquier acción que le ayude a contemplarse con sentido de dignidad y de respeto por sí misma.
¿Cómo se promueve la autoestima en personas con alguna forma de discapacidad?, ¿Cómo se favorece el respeto y el orgullo de sí mismas cuando la sociedad prima la velocidad, la productividad, la autosuficiencia, la eficacia y las habilidades para comunicarse?
Veremos que la autoestima comienza por aceptar quiénes somos, lo que implica la aceptación de la propia limitación. Esa aceptación aumentará la utilización y el desarrollo de las propias capacidades y habilidades, y fomentará la defensa y promoción de los propios derechos y necesidades, ante una sociedad que desconoce un mejor modo de obrar. Es importante mencionar que la autoestima se construye por el mismo individuo, pero si el ambiente que le rodea, el más cercano a él, es cálido y respetuoso, la construcción y fortalecimiento de la autoestima se incrementará.
El proceso de ensayo y error, y de aprender a partir de las equivocaciones de uno mismo es común tanto para los niños con discapacidad como para cualquier otro niño. Lo único diferente es el punto de partida.
2- Construcción de la autoimagen
Es sabido que el niño llega a este mundo sin experiencias de comportamiento y no tiene una escala de comparación que le sirva para valerse por sí mismo, por lo que depende de las experiencias que adquiere de las personas y el ambiente que le rodean, de los mensajes que ellos comunican respecto a su valor como persona. Durante los primeros años de vida, la autoevaluación del niño se forma en el seno familiar, pero a medida que va creciendo, se ve influenciado por otras personas fuera del entorno familiar, las que tienden a reforzar los sentimientos de valor que se aprendieron en el hogar.
Si el niño tiene autoestima positiva puede sobrevivir a muchos fracasos entre sus semejantes, pero si cuenta con una pobre autoevaluación, aunque tenga experiencias exitosas, seguirá sintiendo una constante respecto a su propio valor como persona. Es así, como un niño o niña que ha sido definido y tratado constantemente de cierta forma, probablemente va a adquirir una autoimagen coherente con ello. Cuando a un niño se le dice continuamente que es tímido se le comienza a situar en esa posición, ya que no solo se le atribuye dicho calificativo verbalmente, sino que se le acompaña de actitudes que refuerzan ese mensaje. Por ejemplo, si creemos que Matías “es tímido” posiblemente hablemos por él frente a ciertas situaciones, fomentando de esta manera la timidez, favoreciendo en el niño la construcción de una imagen de sí mismo en función de la idea que “es tímido”.
De esta forma, la autoimagen y la autoestima son producto de la interacción entre lo que somos, cómo nos vemos, cómo nos ven los demás y cómo vemos que nos ven los demás, siendo conceptos dinámicos y permutables a lo largo de la vida.
3- Autoimagen del niño con algún tipo de discapacidad
¿Qué ocurre con la autoimagen de un niño con algún tipo de discapacidad?
Básicamente lo mismo que respecto de todos los niños. La diferencia radica en las dificultades que el entorno comienza a plantear al definir a ese niño o niña, cómo lo perciben los otros y cómo actúan en función de esa visión, determinando cómo éste se ve a sí mismo. Por eso es importante que quienes rodean a un niño/a con alguna forma de discapacidad, lo vean y definan más allá de su discapacidad.
El niño no es el brazo que le falta, sino mucho más que eso, es Mateo, un niño que juega, ríe, canta, baila, es tierno, le gustan las matemáticas, pelea con su hermano, y además… le falta un brazo.
En este contexto, la autoestima que tiene un niño o niña que presenta alguna discapacidad se va construyendo con la ayuda de quienes lo rodean, siendo fundamental que su entorno promueva en él el sentido de dignidad y respeto por sí mismo.
Para ello, en primer lugar, cabe considerar que la aceptación de uno mismo es uno de los principales aspectos que favorecen una buena autoestima. Junto con la aceptación de la existencia de la discapacidad, se puede comenzar a fomentar y desarrollar las habilidades y capacidades del niño/a, en tanto se entiende que la discapacidad no discapacita en su totalidad a quien la tenga. En función de ello, nunca hay que perder de vista que el hecho de que un niño presente una discapacidad no lo hace un “discapacitado”. Es necesario tener en cuenta el lenguaje que utilizamos, puesto que existe una notable diferencia al hablar del “niño que presenta una discapacidad” en contraposición a hablar del “discapacitado”, en tanto esta última no sólo tiene una evidente connotación negativa, sino que también en su misma definición discapacita a quien hace referencia. Por el contrario, al hablar de la “persona con discapacidad” anteponemos al adjetivo la integridad del sujeto, otorgándole a este último mayor importancia, y entendiendo a la discapacidad como un atributo y no como la persona misma.
Considerando lo anterior, el rol que desempeña la familia es trascendental, en tanto existe una alta correlación entre la aceptación que tiene la familia y la que presenta un niño/a en relación a su discapacidad.
Es por ello que numerosos profesionales de la salud, plantean que es fundamental el reconocimiento de las cualidades de los niños, lo que permite desarrollar en ellos el sentimiento de competencia, en tanto se pasa de “lo que no podré hacer” producto de la discapacidad a lo que “si podré hacer”. El desarrollo de este sentimiento de competencia conlleva la adquisición de un mayor sentido de independencia, promoviendo el orgullo y la autoestima. Para ello es necesario que el niño se sienta exigido en ciertos aspectos, sobre todo en los que puede realizar sin ayuda de sus padres. Evitar entregarle todo fácilmente o hacer las cosas por él, es una buena manera para que exista una motivación por esforzarse a realizar ciertas conductas, siempre teniendo consideración de que la exigencia debe ser razonable y guiada por el buen criterio de los padres.
4- El concepto de Discapacidad
Existen dos perspectivas o enfoques diferentes frente al concepto de discapacidad, siendo una de estas la concepción clínica donde el énfasis está puesto en los déficits y en las limitaciones que afectan a los individuos. En este marco se ubica la definición de la O.M.S., la cual refiere que discapacidad “Es toda restricción o ausencia, debido a una deficiencia de la capacidad de realizar una actividad dentro del margen promedio para un ser humano”.
El otro enfoque es más cultural donde el énfasis no está puesto solo en los individuos sino también en el contexto en el cual éstos se desenvuelven, la discapacidad más que una patología, es una desventaja cuyas consecuencias están vinculadas con la actitud del mundo circundante, con la propia actitud de la persona en situación de discapacidad y con la interacción directa que se establece entre estos dos grupos de actitudes. Esta visión de la discapacidad, abre la posibilidad de concebir a la persona con discapacidad como persona diferente sometida innegablemente a una situación de adversidad o carencia, pero no carente de la posibilidad de enfrentar dicha adversidad mediado por sus fortalezas.
5- El concepto de resiliencia
El término «Resiliencia», pasó de la física al área de la psicología. Así desde el área de la física se entiende por “Resiliencia” la capacidad que tiene un cuerpo físico de recobrar su forma primitiva, cuando se cesa de ejercer presión sobre él. En un contexto psicosocial, el término Resiliencia, aunque ha sido abordado por diferentes autores e investigadores, refiere desde una perspectiva global, a la capacidad de los sujetos para sobreponerse a traumas o períodos de dolor emocional. Es la capacidad para sobreponerse a la adversidad, que surge de la inquietud por identificar aquellos “factores” que permiten a las personas sortear las dificultades y condiciones adversas que se le presentan en su vida cotidiana de manera exitosa.
Algunos autores han elaborado la imagen de la “casita de la Resiliencia” con la que se resumen algunas de las condiciones que permiten edificarla. En los cimientos de la Resiliencia y desde muy temprana edad, esta la aceptación fundamental, el amor incondicional de las personas significativas (madre, padre, maestros y pares). Esto significa que hay un cariño que no esta condicionado por la conducta. No importa cual sea el comportamiento del niño o joven, siempre contará con el amor de los suyos y el debe percibir que es así. Ya en la planta baja, se encuentra el tener un sentido en la vida. Tener aunque sea un esbozo de lo que queremos ser en el futuro. Esta presencia de un plan, de una meta, es crucial para los jóvenes. En el primer piso ubicamos la autoestima, o sea, ese sentimiento de valer por si mismo, por lo que se es como persona. Relacionada con la autoestima esta el tener aptitudes y competencias; cuando uno aprende a hacer cosas y se da cuenta que puede ser útil y eficaz, aumenta la valoración de sí mismo. En el mismo nivel se ubica el sentido del humor, entendido como la capacidad de ver el lado cómico de nuestras desgracias. La Resiliencia no debe considerarse como una capacidad fija, sino que puede variar a través del tiempo y de las circunstancias. En ese sentido es más un estar que un ser y es necesario insistir en su naturaleza dinámica. La Resiliencia es la habilidad de crecer, madurar e incrementar la competencia de cara a circunstancias adversas y obstáculos, recurriendo a todos sus recursos, tanto personales como ambientales; desde otra perspectiva pero igualmente similar, se trata más bien de ver al ser humano en “Resiliencia”, como la persona que entra en una dinámica en la que recursos personales y sociales se manifiestan interactuando de tal manera que constituyen una amalgama de posibilidades que producen respuestas asertivas y satisfactorias que permiten no solo la solución de conflictos, sino también el desarrollo y potenciación de otras posibilidades en las que se incluye como aspecto fundamental, la comunicación interpersonal, la interacción e intercambio de recursos (capacidades, habilidades, valores, convicciones, significados) que constituyen a su vez, el bagaje de conocimientos prácticos con que la personas y comunidades de éxito enfrentan su realidad.
Ejemplos claros al hablar de resiliencia, Por citar solamente algunos son el de dos premios Nobel de la Paz: en Argentina. Adolfo Perez Esquivel. Perdiendo tempranamente a su mamá se crio en un orfanato en condiciones de crudeza y soledad. A los doce años vendía diarios y con moneditas compraba libros que su alma anhelaba absorber. La brújula de su vida lo llevó a luchar pacíficamente por los humildes, de los pueblos originarios, de los que no tienen voz. Ni la prisión ni la tortura lo hicieron desistir. Nelson Mandela: Perseguido discriminado. Puesto en prisión injustamente durante 27 años, cuando fue liberado, como presidente puso todo su empeño en que Sudáfrica desarrollara un proceso de perdón inteligente para los que ejercieron tanta violencia hacia las personas de su raza.
Mandela describe que esos años de prisión lo sostuvo como una oración un poema de William Henley cuyas palabras finales son : “Soy el maestro de mi destino. Soy el capitán de mi alma”. Ese es el cimiento desde donde el resiliente se autoconstruye cuando elige no ser una víctima pasiva de las condiciones que le tocaron afrontar. Ni bien tiene la herramienta para hacerlo, decide poner a jugar a favor de los dolores padecidos, para construir una vida digna y ayudar a que otros también la construyan.
6- Pilares de la Resiliencia
Se han definido algunas características que se llaman pilares de la Resiliencia, para designar atributos que aparecen con frecuencia en los niños considerados resilientes. Entre ellos cabe mencionar:
1- Autonomía: Adquirir sentido a la propia identidad. Habilidad para distinguir entre las experiencias personales y los elementos del entorno que generan una propia dificultad.
2- Sentido del humor: Habilidad para lograr alivio al reírse de las propias desventuras.
3- Creatividad: Capacidad de crear orden y belleza incluso, a partir del caos. Podes ver, lo que antes no se había visto.
4- Alta autoestima: Percepción optimista de uno mismo.
5- Empatía: Habilidad para comunicarse y percibir la situación emocional del otro, ejercitando la percepción profunda.
6- Sentido de propósito y de futuro: Capacidad para reflexionar sobre la situación de dificultad y planificar en lugar de ceder al pánico. Un futuro atractivo parece posible.
7- Inversión afectiva: Apertura del contacto y cariño de otros. 8- Aceptación de personas significativas y desarrollo de comportamientos pro sociales.
8- Altruismo: Extender a los demás, el deseo de bienestar. Preocupación desinteresada por los otros, derivada de la empatía.
7- Estrategias para favorecer la resiliencia
La resiliencia requiere el desarrollo de estrategias y habilidades para resolver los problemas.
Afirman importantes especialistas, que en la primera infancia el apoyo a la persistencia del niño es fundamental. El niño pequeño interactúa con el mundo a través de los sentidos y los movimientos de su cuerpo. Es conveniente animarlo a intentar siempre que sea necesario cumplir su objetivo. Demostrarle la alegría por sus avances y esfuerzos y alentarlo cuando fracasa. Apoyar a los niños a que tomen una posición activa frente a los obstáculos es generadora de resiliencia.
El desarrollo de resiliencia implica que el niño aprenda a discriminar personas y situaciones para seleccionar solo las respuestas mas apropiadas para cada ocasión.
El juego de las escondidas es valioso en ese sentido, pues se desarrolla lo conocido frente a lo desconocido y permite desplegar procesos psicológicos muy importantes en el desarrollo emocional, la noción de vivencia de que aquello que se separa del niño pequeño o que desaparece sigue existiendo y puede ser recuperado. Ello le da fortaleza emocional y lo prepara para ser independiente y seguro.
Durante la niñez, es válido dar de cuidar al niño una plantita o una mascota de la cual se puede responsabilizar por su cuidado, lo cual estimula su compromiso, responsabilidad, auto eficacia, intercambio positivo de afecto, el sentido profundo de ser alguien que aporta a la vida.
Ofrecerle al niño experiencias de arte y descubrir la posibilidad de crear y ser valorado por ello contribuye mucho a formar niños resilientes.
En los cuentos o mitos, de sus contenidos se puede extraer modelos de respuestas resilientes en los personajes. El héroe de un buen cuento tiene características resilientes: es activo, no se amilana, persiste hasta alcanzar la meta y utiliza inteligentemente los recursos que tiene a su alcance. Los cuentos traen por lo general una lección de vida.
Hay juegos y juguetes que estimulan la resiliencia. En los juegos son recomendados aquellos que presenten al niño problemas a resolver o dificultades a superar, ya que el solo hecho de aprender a ganar o perder ya es un ensayo de lo que presenta la vida diaria.
Es importante ofrecer a los niños juegos y/o juguetes que tengan como fundamento la puesta en marcha el ingenio y esfuerzo propio. Esto estimula su afán por lograr el mismo sus metas, teniendo control personal sobre el éxito o fracaso de sus intentos. El autocontrol es fundamental en los niños resilientes. Incluso aprender a tolerar los fracasos o las propias limitaciones ayuda al niño a conocerse y aceptarse a si mismo.
Ofrecerle, también, aquellos juegos que ponen en marcha alguna habilidad específica. Ejercer alguna habilidad ayuda al niño a reforzar un aprendizaje anterior o afianzar su autoestima al mostrar un talento en el cual sobresale.
En definitiva, proponer estrategias que estimulen la creatividad, la autonomía, el sentido del humor, el autodescubrimiento, favorece a la formación de personas resilientes.
8- Resiliencia y Discapacidad
Al hablar de resiliencia y discapacidad, cabe tener presente desde que enfoque abordemos la discapacidad, y desde que mirada actuemos, pudiendo ser estas, desde la perspectiva negativista, de déficits o por otro lado desde una perspectiva orientada en los recursos y fortalezas, cualquiera de estas traerán consecuencia en nuestra actitud asociada al niño, lo que implicará que en el primero el énfasis estará puesto en Rehabilitar, y en el segundo lo central será el favorecer el acceso del niño a una educación de calidad y las adecuaciones del entorno para que esto sea posible. Por tanto el enfoque que se adopte tiene crucial importancia y es un aspecto a tomar con especial cuidado y reflexión.
El concepto de resiliencia es de interés en el plano de la discapacidad en términos de que nos indica que las personas pueden mostrar comportamientos resilientes si cuentan con un solo punto de apoyo o una fortaleza. Lo que somos en un momento dado, no lo somos para siempre, en tanto lo que sucede a una persona puede entretejerse con los medios ecológicos, afectivos y verbales.
Los comportamientos resilientes implican que las interacciones sociales son difíciles y no placenteras y que el dolor provocado por la adversidad sigue presente aún cuando se manifieste el comportamiento resiliente, es así como se entiende en el marco de la resiliencia el sostener la ecuación entre mecanismos de riesgo y mecanismos protectores, ecuación que se expresa tanto a través de lo bioneurofisiológico como del comportamiento.
9- Entorno familiar
El marco familiar es un encuadre constante, ya se trate de un niño o de un adulto, la mayoría de las personas afectadas por una discapacidad recibirán un importante apoyo de parte de su familia. Cuando el niño comienza a concurrir a la escuela o a otros ámbitos en los que interactúa con otras personas, su familia continúa siendo una fuente primordial de apoyo y amor, aspectos esenciales para todo ser humano.
El elemento básico de todo apoyo y necesidad humana, y de toda resiliencia humana, es la confianza. En lo que se refiere a la familia, la mejor definición de tal elemento básico es relaciones de confianza y amor. En una familia, estas relaciones constituyen la base para que sus miembros aprendan a enfrentar las adversidades que inevitablemente se les presentarán en la vida. Ciertamente, una discapacidad congénita, desarrollada posteriormente o adquirida en algún momento de la vida, es algo que puede ser definido como una adversidad. El rol de la resiliencia es enfrentar y fortalecerse a partir de dichas adversidades.
10- Niños y adolescentes, vivencia de la discapacidad
La niñez y la adolescencia son las etapas de la vida en las que resulta más difícil sobrellevar una discapacidad, pues el niño y adolescente desean ser aceptados como personas, no como discapacitados. La autoestima de los niños y los adolescentes es algo más que simplemente una sensación positiva o un sentimiento de orgullo; implica ser aceptados por los otros, ser reconocidos como buenas personas, respetados e, incluso, amados (yo soy). La autoestima es importante a medida que los niños van dejando de esperar la aprobación de los padres, exclusivamente y pasan a esperar la aprobación del resto de los adultos y principalmente de sus pares. Cuando existe una discapacidad esta se convierte en el foco de atención e interacción, a expensas de la persona. “Ser como los demás” es un comentario que se escucha a menudo entre los adolescentes.
La necesidad de ser como los demás parece contradecirse con la necesidad de adquirir una identidad, y los adolescentes se hallan frente a esta contradicción permanentemente. Es la comparación con los otros la que crea la necesidad de construir una identidad que no esté definida por la discapacidad, sino caracterizada en términos de “soy una persona competente”, “soy buen amigo”, etc.
Al hablar de discapacidad, no solo debemos tener en cuenta las congénitas o adquiridas, sino también aquellas que constituyen una desviación a la norma, ej.: nariz aguileña, dientes prominentes, etc. Estas desviaciones no implican un daño físico o intelectual, pero pueden implicar un daño social y emocional.
Las discapacidades físicas que llaman la atención a los demás generalmente pasan inadvertidas para los miembros de la familia, los mismos se acostumbran tanto a la discapacidad que se olvidan como suelen reaccionar los otros frente a la misma. Es importante que la familia prepare al niño para enfrentar situaciones, de modo que lo ayude a construir fortalezas internas y estrategias interpersonales y de resolución de problemas. El rol de la familia no debe ser de auto protectora, la autoprotección sugiere una falta de confianza en sus destrezas y le impide volverse autónomo y conseguir logros. La familia debe ayudar a quien padece una discapacidad a aprender a enfrentar reacciones no deseadas.
La familia es el lugar adecuado para empezar a desarrollar los factores de la resiliencia relacionados con la inteligencia emocional. Cada niño cuenta con un marco en el cual desarrollar y practicar los factores de resiliencia que lo conducen a adquirir inteligencia emocional.
11- Yo tengo, yo soy, yo puedo
Yo tengo, la resiliencia se construye a través del apoyo externo, que incluye relaciones de amor y/o confianza con los otros y la posibilidad de contar con servicios de salud, educación y bienestar fuera del hogar.
Yo soy, implica fortalezas internas que incluyen ser comprensivo y dedicado, ser respetuoso de los otros y de uno mismo; confiar en que los problemas pueden resolverse y nunca perder la fe o la esperanza.
Yo puedo, adquirir destrezas interpersonales y de resolución de problemas, capacidad de pedir ayuda, de abordar los propios sentimientos y conductas, y de resolver problemas tanto interpersonales como escolares o laborales.
12-Personas con Discapacidad y Educación inclusiva
La integración de niños con necesidades educativas especiales, a la educación regular, favorece a la resiliencia, como factor protector.
El movimiento hacia la integración tiene dos raíces importantes. Por un lado, la presión ejercida de las personas con discapacidad y sus familias que exigen igualdad de oportunidades y derechos, y se suma la percepción de que la educación especial no ha cumplido con entregar educación de calidad y contribuir a la integración de las personas en situación de discapacidad a la comunidad.
En este sentido, cabe mencionar que la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (Ley 26.378) es clara. La educación que se debe impartir debe incluir a todos y todas, tengan o no una discapacidad.
Históricamente, de alguna manera, nuestra educación pública ha sido inclusiva, en la medida que los procesos educativos han estado dirigidos a niñas, niños y jóvenes de diferentes estratos sociales, a estudiantes de distintas religiones, a educandos de diversas etnias (sectores obviamente signados por prejuicios a pesar de los intentos educativos por integrarlos).
No hay una educación pública especial para inmigrantes; sus temáticas están incluidas en las currículas generales. No hay una educación especial para negros. No hay una educación especial para mujeres, ni para judíos o musulmanes (salvo proyectos privados de las propias comunidades religiosas de que se trate, que se llevan a cabo en establecimientos de concurrencia optativa a elección de los propios interesados o sus familias).
Sin embargo, no ha merecido la misma atención la inclusión de los sectores que presentan discapacidad, a quienes -salvo excepciones- se les ha reservado sistemas especiales de educación.
La CDPD no refiere a la educación especial. Refiere sólo a educación inclusiva.
La CDPD es el resultado del accionar de las organizaciones sociales de y para personas con discapacidad, las que han coincidido en la necesidad de impulsar, en materia de educación -entre otras-, políticas públicas no segregatorias, que afiancen contenidos no discriminatorios, que profundicen valores democráticos y que fomenten el respeto a los derechos y libertades fundamentales de cada individuo en relación con el desarrollo de sus respectivas comunidades.
En suma, hubo un consenso internacional respecto a superar el paradigma que consideraba a las personas con discapacidad sujetos incapaces de manejarse en forma autónoma y de aprender o desarrollarse en las mismas condiciones que los demás.
Esa dependencia se daba fundamentalmente con los profesionales que, junto a las familias, planteaban un modelo médico que decidía lo que la persona podía o no hacer. Un presunto «no poder hacer» se tornaba en profecía auto cumplida: la no previsión de ningún tipo de apoyo daba como resultado el fracaso escolar.
Se estimó, pues, necesario habilitar espacios en los que se reservaba un lugar específicamente creado para que las personas con ciertos «déficits» pudieran “sortear” sus dificultades, consideradas tales por no ser su evolución acorde a los parámetros de normalidad socialmente aceptados.
El fracaso escolar no se da exclusivamente entre las personas con discapacidad; hay un denominador común que lleva a integrantes de los sectores más marginados y empobrecidos a un estado de exclusión social si no se les igualan las oportunidades.
Formas severas de desigualdad inciden en el rendimiento escolar, hasta provocar altos índices de deserción escolar, en tanto la escuela -aparato ideológico del Estado- reproduce y sostiene la forma vigente de estructura social y ello no contribuye a achicar las diferencias entre los distintos sujetos.
La escuela en si misma tiende a clasificar todo lo que en ella entra, -dándole un nombre y produciendo etiquetamientos. Esto, cancela todo tipo de diversidad, y lleva consigo la carga del estigma. Por eso es imprescindible en las escuelas la implementación de una educación inclusiva. De lo contrario, los estigmatizados se perpetuarán y la diversidad será solo un concepto que permitirá hablar de quienes frecuentemente tienen sus derechos vulnerados.
La capacidad y rendimiento del alumno no vienen determinados sólo por su personalidad y su nivel intelectual, sino también por otras circunstancias como el medio socio-cultural que lo rodea, su salud, las variables políticas que influyen en el modelo educativo a impartir, las condiciones laborales de los docentes, etc.
Hay una serie de factores exógenos y endógenos que determinan el mayor o menor éxito, aunque hay dos que cabe mencionar especialmente: por una parte, el apoyo afectivo que recibe el estudiante en su desarrollo; por otra, las expectativas que se depositan en su formación educativa. Respecto de estas últimas, en principio -y aún para quienes cumplen con el ciclo educativo-el sistema económico imperante augura una dudosa inserción laboral.
Más allá de los factores que inciden en el éxito escolar, ninguno es tan preponderante como la voluntad política que se aplica al sistema escolar, y al cumplimiento de las normas que lo regulan. Si bien existen en el sistema educativo argentino normas que podrían entenderse como favorecedoras de una educación inclusiva, éstas son de escaso cumplimiento y, más bien, quedan libradas a la buena voluntad de escuelas inclusivas o integradoras. Cuando en realidad el derecho a la educación debe garantizarse en todas las instancias de la educación.
La función específica de la escuela (enseñar y aprender), se desdibuja, en tanto sólo procura responder a las exigencias de un modelo económico de explotación individual que fomenta la competencia, dejando a un lado a las personas con discapacidad, sospechadas de improductivas. Consecuentemente, respecto a las vivencias socio-afectivas, las experiencias pasan más por el control social y el disciplinamiento que por la autoestima que merece ser cultivada en cada ser humano.
La escuela no es ajena a esta situación de productividad y competencia y puede decirse que aporta a ella clasificando, propiciando expectativas de logro y fomentando la competencia para todos los alumnos que en ella entran. Pero respecto de las personas con discapacidad, solo divide aguas, es decir, les ofrece una alternativa especial potenciando aún más la categorización y su estigmatización.
En síntesis, el fracaso escolar excede a la persona del estudiante. Razones de carácter socio-político generan la marginación de aquellos que, por una cuestión u otra, no encuadran en un imaginario social surcado por prejuicios y exigencias de mercado que profundizan su marginación social.
Se hace referencia, a otras franjas de alumnos, (por ejemplo alumnos de los Centros de Educación Secundaria para Adultos y Jóvenes, alumnos, de escuelas nocturnas que deciden finalizar el secundario, alumnos de bachilleratos populares, etc) que concurren a escuelas o que asisten a un centro, a los que no se les reservan espacios segregados, pero si se intenta proporcionarles programas de recuperación con el objetivo de nivelar sus oportunidades pedagógicas y socializantes. Esos alumnos no matriculan en escuelas tradicionalmente consideradas «especiales», sino en escuelas comunes, las que con frecuencia tampoco dan respuesta a aquellas necesidades que han arrojado al estudiante a su fracaso educativo por falta de medidas programáticas que atiendan efectivamente, en el aula, a la diversidad.
¿Por qué habría de haber entonces una educación especial, separada, distinta, para personas con discapacidad, si los valores que debe perseguir una política educativa son los mismos para cualquiera? ¿Si todos somos iguales? ¿Si todos pertenecemos a una misma comunidad y tenemos los mismos derechos?
Posibles respuestas:
a) porque algunas personas con discapacidad tienen distintos tiempos de
aprendizaje.
En realidad, cada ser humano tiene sus propios tiempos para incorporar determinados conocimientos; de allí los altos índices de repitencia.
b) porque no todos acceden a los recursos necesarios para incorporar conocimientos.
En este aspecto, tenemos que convenir en que en cada caso de fracaso escolar se da la falta de recursos necesarios, sean del orden que sean, pero eso se soluciona implementando esos recursos y no promoviendo la segregación.
c) porque no todas las personas con discapacidad alcanzan el mismo nivel de desarrollo.
En tal sentido, cabe precisar que el nivel de desarrollo de cada persona es diferente, aún en condiciones de vida similares y aún con las mismas oportunidades.
d) porque no todos los docentes reciben capacitación para impartir educación a personas con discapacidad.
En realidad, muchos docentes se quejan de no tener los recursos suficientes para abordar temáticas complejas (discapacidad, violencia intra escolar, inexistencia de entornos familiares continentes).
e) porque no todos los establecimientos educativos están adaptados para recibir estudiantes con discapacidad.
Bastaría con cumplir la normativa sobre accesibilidad, en gran parte vigente desde hace muchos años.
f) porque algunas personas con discapacidad requieren una atención personalizada que el docente a cargo no puede brindar.
Lo mismo ocurre con estudiantes sin discapacidad que dan cuenta de sus
carencias afectivas o recursos materiales; por otra parte, los estudiantes con discapacidad que requieran atención personalizada, pueden contar con asistentes, maestros/as equiparadores, currículas adaptadas y una serie de avances tecnológicos.
g) porque la presencia de la persona con discapacidad distrae la atención del resto y provoca retrasos en su desarrollo.
Cualquier evento que acontezca en el medio en que se desenvuelve una persona -sobre todo cuando sale de los carriles de la habitualidad- determinará la distracción del resto; la presencia de estudiantes con discapacidad determinará al cabo de un tiempo que su habitualidad no llame la atención, pero por otra parte, la presencia de otras diversidades (alumnos negros, por
ej.) también pueden llamar la atención hasta que su presencia se torne algo
tan cotidiano como cualquier otra presencia.
h) porque equiparar las oportunidades educativas de las personas con discapacidad requieren disponibilidad de mayores recursos económicos y humanos.
La disponibilidad de los recursos necesarios es la clave para la inclusión de cualquier grupo desaventajado, tanto en la esfera de la educación como en cualquier ciclo vital de todos los seres humanos.
i) porque la comunidad educativa ofrece resistencia a los cambios que puedan operarse en su entorno.
La discriminación puede confirmarse en cualquier estadío de vida y más allá de la toma de conciencia ciudadana, es responsabilidad de la política pública interceptar los caminos de su concreción. No será excluyendo a ningún segmento social diferente como se abatirán los miedos comunitarios a lo diverso, sino propiciando su interrelación para que en lugar de temores florezcan experiencias que ayuden a derribar los prejuicios que siempre surgen de lo desconocido.
j) porque la posterior escasa participación social, inserción laboral y desarrollo productivo que se le reconoce a las personas con discapacidad no justifican la inversión en materia educativa.
k) porque se cree que la inclusión de alumnos con discapacidad tiene un efecto negativo en el rendimiento de los alumnos sin discapacidad.
En realidad, la misma OMS (Organización Mundial de la Salud) en su Reporte Mundial sobre Discapacidad con fecha de 2011 deja claro que tal efecto negativo no acontece.
Privilegiar las voces de las personas con discapacidad, enfatizar sus potencialidades y garantizar la satisfacción de sus necesidades a través de su empoderamiento personal son las claves para promover el compromiso de una educación inclusiva, fomentando una política pública que tenga en cuenta ese objetivo.
Ello implica asumir las siguientes premisas:
a) Respeto por la diversidad humana. Igualdad de oportunidades, sin discriminación. Cada ser humano tiene sus propios tiempos para incorporar determinados conocimientos; de allí los altos índices de repitencia en el actual sistema educativo.
b) Acceso para todos a los recursos necesarios para incorporar conocimientos. Ante cada caso de fracaso escolar se pone en evidencia la ausencia de recursos de apoyo, sean del orden que sean (conceptuales, materiales, humanos) que propicien el aprendizaje.
c) Desarrollo pleno del potencial humano. Propiciar el desarrollo pleno de la personalidad, los talentos y la creatividad de las personas con discapacidad, así como sus aptitudes mentales y físicas. La autoestima y el sentido de dignidad se nutren desde dicho desarrollo.
d) Respeto por los derechos humanos, las libertades fundamentales y la diversidad humana.
e) Preparación de todos los docentes para abordar y dar respuesta a temáticas complejas desde estrategias inclusivas, ya sea a nivel individual o desde equipos docentes. Los docentes deben recibir los apoyos necesarios, para abordar temáticas tales como discapacidad, violencia intra-escolar, o inexistencia de entornos familiares continentes, entre otros; y recibir capacitación para impartir educación a personas con discapacidad.
f) Todos los establecimientos educativos deben estar físicamente adaptados para recibir estudiantes con discapacidad. Ello implica cumplir la normativa sobre accesibilidad vigente desde hace décadas; y, ante casos concretos, asumir aquellas particularidades que requirieran de ajustes razonables en lo edilicio, o en las instalaciones y el equipamiento.
g) Generalizar medios de información y comunicación que propicien el aprendizaje para todos. Incorporar a la currícula académica de todos los niveles, tanto para docentes como para estudiantes, contenidos y prácticas de formas de comunicación alternativas (Braille, lengua de señas, pictogramas, entre otros).
13- El rol del Estado en la implementación de políticas educativas inclusivas
El Estado debe asegurar la inclusión en todas las etapas del proceso educativo en las mismas condiciones de calidad para todos y en forma gratuita. Debe hacerlo teniendo en cuenta equiparar las oportunidades de las personas con discapacidad, incluyendo el concepto de ajustes razonables cuando alguien necesite alguna medida en su caso particular ofreciendo, en el caso, una atención personalizada.
Asimismo, debe implementar las medidas necesarias con miras a garantizar la plena participación de las personas con discapacidad, echando mano a los recursos o dispositivos existentes para propiciar una efectiva comunicación e información, asegurando la intervención de docentes especializados en los ámbitos de la educación común, incluidos docentes con discapacidad.
De modo que, garantizada la accesibilidad física y comunicacional en los ámbitos de la educación en general, dispuestos los ajustes razonables que cada caso requiera individualmente y asegurando la disponibilidad de los recursos serán mínimos los casos que queden excluidos de la educación común, contrariamente a lo que sucede hoy en día.
Claro está también que será necesario bajar los niveles de ansiedad hasta lograr ver concretado el cambio cultural que derribe años y años de prejuicios, trabajando sin prisa pero sin pausa para que las autoridades, los docentes (y los profesionales intervinientes si fuera menester) y la comunidad acepten interactuar plasmando las experiencias más positivas para satisfacer las necesidades educativas especiales derivadas de una discapacidad que se hagan presente.
14_Propuestas pedagógicas para una educación inclusiva
a) En términos de avalar, sostener y promover la Educación Inclusiva desde un punto de vista pedagógico, se considera necesario:
- Reelaborar los diseños curriculares para que estos alberguen objetivos afines a la educación inclusiva.
- Fusionar los contenidos de la educación común y especial.
- La formación de docentes para la educación inclusiva debe ser conjunta, sin disociación entre docentes para escuela común y para escuela especial.
- Capacitar a los docentes en relación al modelo social de discapacidad.
- Promover experiencias inclusivas en las comunidades y sociedades.
- Priorizar el aprendizaje incluyendo instancias de evaluación
b) En relación a la implementación de políticas que permitan arribar a una educación inclusiva se considera que:
Resulta imprescindible la reorientación de fondos destinados a la escuela especial hacia la escuela común, a fin de garantizar la implementación de medidas que posibiliten la equiparación de oportunidades.
- Deben evitar crearse más escuelas especiales, y las ya creadas deben ser inclusivas. Fusionándose con las comunes.
15- Conclusiones
Por medio de la autoestima se alcanza un bienestar personal que afecta decisivamente a la persona. Quienes poseen autoestima son más sanos, más seguros de si mismos y se sienten auto-merecedores de los éxitos que alcanzan. |
El desarrollo del orgullo y aceptación de sí mismos comienza generalmente en la familia. Cuando se trata de personas con alguna forma de discapacidad, implica un proceso creativo que abarca distintos componentes, referidos al desarrollo del sentido de competencia y al desarrollo de los propios talentos. En tal sentido, se considera de inestimable valor, el concepto de La Resiliencia, entendida como la capacidad para sobreponerse a la adversidad, que surge de la inquietud por identificar aquellos factores que permiten a las personas sortear las dificultades y condiciones adversas que se le presentan en su vida cotidiana de manera exitosa.
En cuanto a la educación, es importante reparar en que el rol de la escuela, y en particular el de los docentes, adquiere todo su valor y su complejidad, quienes deben proveer de estrategias para fomentar el desarrollo de Resiliencia en los alumnos. Frente a problemas sociales crecientes resulta imprescindible que la escuela, lejos de generar una mentalidad de oposición o negación de los problemas, despliegue todo su potencial y los recursos a su alcance para lograr una comunidad educativa inclusiva, fomentando una política pública que tenga en cuenta ese objetivo.
Personalmente, considero que , la satisfacción y el orgullo propio culminan en una autoestima alta. Si cada uno puede reconocer que es un ser humano único e irrepetible y que las cualidades y capacidades que tiene le hacen crecer y destacarse cada día; significa que entendimos que la discapacidad no define a las personas, sino cada uno define hasta donde llegarán sus deseos y sus sueños dentro de las expectativas, orgullo y respeto que tiene en si mismo.
16- Bibliografía
- El concepto de resiliencia aplicado en niños con algún tipo de discapacidad. Como generar fortalezas tanto en el niño como en su familia. autora: Dra. Liello, Fernanda Jimena. médica graduada en la U.B.A. sitio web: www.psicoadolescencia.com.ar
- Revista resiliencia añil
- Setto Adelia Maria
- Una visión desde la psicología transpersonal: Licenciada Gawel Virginia.
- Educación inclusiva (red por los derechos de las personas con discapacidad)
- “El modelo social de la discapacidad”. Sitio web: https://docs.google.com/viewer?url=http://www.redi.org.ar/docs/derecho_autonomia.pdf
- Palacios, a (2008) “el modelo social de la discapacidad: orígenes, caracterización y plasmación en la convención internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad. Sitio web: http://www.uis.edu.co/webuis/es/catedralowmaus/lowmauss11_2/sextasesion/el%20modelo%20social%20de%20discapacidad.pdf
- Un artículo para asodispro de licenciada Eimy Soto, psicopedagoga
- Www.cetumismoguate.com
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