Metal y hueso, es una exploración del tema de la solidaridad afectiva. Narra la historia de dos seres vulnerables, uno físicamente, a causa de un accidente; y el otro, por un desasosiego existencial que lo lleva a encerrarse en sí mismo.
Stéphanie (Marion Cotillard) es una joven entrenadora de ballenas que súbitamente ve su vida activa e independiente brutalmente transformada al perder el uso de sus piernas por el ataque de un cetáceo. Su encuentro con Ali (Matthias Schoenaerts), un aventurero temperamental e individualista que realiza trabajos menores, abre para ambos una novedosa perspectiva de entendimiento afectivo y ayuda mutua.
Es admirable el trabajo de Cotillard y del director, ya que al verla te lleva a hacerte preguntas sobre la discapacidad, la movilidad reducida, el cómo afrontar posibles situaciones que, en el fondo, pueden ocurrirle a cualquiera.
El tema de la discapacidad es tratado con total naturalidad, sin tabúes; muestra el cuerpo desnudo y amputado de su protagonista desde el principio, es decir, se muestra el cuerpo “imperfecto” e imposibilitado que no se acostumbra a utilizar en los films, tal vez, por los cánones de belleza a los que estamos acostumbrados.
El actor que acompaña a Cotillard en el reparto, no se queda atrás. Ali no ve a Stéphanie como un objeto roto, una persona asexuada. Por el contrario, es él quien sugiere practicar sexo, y ella se queda entre aturdida y sorprendida: “¿Quién puede querer tener sexo conmigo?”. Pareciera que ella ya hubiera asumido su rol de persona sin derecho a recibir amor o a darlo.
La relación dista de ser sencilla y los conflictos afloran de modo, a menudo, muy áspero. Se trata de un largo aprendizaje moral compartido que el director describe con sutileza e intensidad dramática.
Es una película que hace pensar en la naturalización de la “imperfección” del cuerpo humano, de sus dificultades, sus heridas y sus miedos. Lo que nos lleva a preguntarnos… ¿Puede ser un canto a la normalización de una situación que afecta a miles de personas?
“En cada mano hay 27 huesos diferentes. Si te rompes un brazo o una pierna, el hueso crece de nuevo debido a la calcificación. Tu brazo o tu pierna, por lo tanto, pueden llegar a ser más fuertes aún. Pero una fractura en la mano nunca soldará del todo bien. En cada batalla y en cada golpe vas a pensar en ella. Debes tener cuidado, porque de vez en cuando el dolor regresará. Son como pinchazos de agujas, parecidos a astillas de vidrio”. (Ali)
Por Agostina Ibarrola
Columnista de Espectáculos
Equipo de Prensa
Fundación Por Igual Más
Colabora en la edición; Miriam Coronel
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