Serbia. Invierno del 2004. La película cuenta la historia de Lazar, un hombre que después de pasar diez años en prisión acusado de asesinato decide deshacerse de su sórdido pasado y comenzar una nueva vida en un país que también parece querer avanzar hacia un futuro mejor.
Lazar encuentra en las refugiadas bosnias que han ocupado la casa de su madre, la posibilidad de una redención que ya no esperaba, y pone todo su empeño en brindar alguna comodidad a quienes le dan la posibilidad de tener una familia. Él descubre en la mirada angelical de la niña Jovana la luz que necesita para volver a creer en la bondad del mundo y en la posibilidad de ser feliz. Es por eso que permite que permanezcan en la casa, y poco a poco se irá encariñando con la hija y enamorando de la madre, en un clima de desolación y violencia que amenaza con acabar con esta nueva vida.
Nuestro protagonista se identifica con la niña quizàs porque él también sufre esa enfermedad; se encuentra encerrado por la culpa de su propio pasado, repitiendo palabras mecánicamente e igual que la niña «se niega a despertar». Las tintas se cargan sobre la metàfora y la alegorìa cuando Lazar va en busca del perdón de la madre desu víctima, una madre universal que se niega a dirigirle siquiera una mirada, encerrada en el silencio de su propio dolor.
Si bien es un drama singular que se va transformando en tragedia, termina siendo un relato triste y pesimista sobre un país en demolición física y moral, aunque el director se encargo de dotarlo de una fuerte carga de poesía y humanidad.
Por su parte, la estética realista se sirve de abundantes primeros planos que nos permiten ver las secuelas y desastres que la guerra ha causado en gente inocente. Rostros llenos de expresividad, silencios que transmiten tristeza y soledad, y panóramicas llenas de poesía nos trasladan a un universo, que a mi parecer, es preciso entender.
En ese esfuerzo por acercarse a la Serbia de la posguerra, el autismo de Jovana sirve de metáfora de un mundo encerrado en la espiral de la violencia y el odio, y que no reconoce otro lenguaje que la fuerza y la imposición.
Los tres protagonistas tienen que vencer la resistencia a vivir su propio mundo interior: Lazar lucha por superar el trauma del asesinato cometido y que le sigue quitando el sueño; Jasna debe recuperar su confianza hacia los hombres tras el abandono de su marido y Jovana, tiene que esforzarse por hablar con voz propia, sin repetir maquinalmente lo que oye. Por su lado, la sociedad también vive su propio autismo, hermética al perdón y a la reconciliación.
Una historia de esperanza y amor que reboza de autenticidad y verdad. Los actores dan vida a sus personajes utilizando su propio nombre, Jovana es en realidad una niña con autismo y una puesta en escena casi documental recoge la atmósera de violencia que se respira en la zona.
Por Agostina Ibarrola
Columnista de Espectáculos
Equipo de Prensa
Fundación Por Igual Más
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