Hoy es hoy. Tuvo cáncer de mama a los 28 años. Hoy está parada frente a la vida de otra manera y se alegra “de no ser la misma”.
La enfermedad llega para hablarnos de algo y cada uno elige qué escuchar.
Me llamo Josefina Rodríguez. Soy licenciada en Teatro por la UNC y miembro de Medida x Medida, donde damos talleres de teatro, hacemos obras y administramos y encaramos lo necesario para funcionar y crecer. También trabajo feliz en radio Pulxo.
A fines de 2013, con 28 años y una ansiedad hermosa por viajar a Cuba, advertí que persistía una mancha roja sobre la mama izquierda. Entonces, comenté a mis amigas que vería al dermatólogo. Como varias son médicas, una me dijo: “No. Andá mañana a la guardia (donde trabaja otra de las doctoras), te hacés una ecografía y hablá con tu ginecóloga”. Fui y supe que dentro de mí tenía una pelota de 2 centímetros que me asustó mucho. Después me daría cuenta de que el susto estaba a la altura de las circunstancias.
Me hacía controles todos los años y en el último no había nada sospechoso. El tumor crecía rápido, me dolía al mover el brazo y la mama se inflamaba.
A una semana de ir a Cuba comenzaron los estudios. Fui sin saber que ese viaje sería la mejor preparación para lo que vendría. Allá me dediqué a observar y escuchar a la gente, porque su forma de vivir, de entender el tiempo y los vínculos me hicieron empezar a percibir mi vida de otra manera.
Al volver, me esperaba la consulta con la ginecóloga, en la que el reloj marcó los segundos más largos. Sin conocer el diagnóstico, me dije: “Sea lo que sea, si existe, es porque puedo atravesarlo”. En eso pensé muchas veces.
“Carcinoma”. “Quimioterapia”. Esas fueron las palabras que escuché (los médicos casi no usan el término “cáncer”). La primera contención provino de mi mamá y luego de los amigos-hermanos. Esa noche nos juntamos con la sensación de que la vida había cambiado.
Era un cáncer inflamatorio de mama, que estaba también en la piel (por eso la mancha) y descubrieron que tengo una mutación genética que me predispone al desarrollo de tumores en mamas y ovarios.
En las reacciones de los otros veía lo que me pasaba y, a la vez, me sentía querida, a pesar de la soledad con la que me enfrentaba en el proceso. La música y la poesía fueron grandes motores, así como el humor negro que crecía mientras el tumor se reducía. Reír y llorar. De dolor y de la conciencia de estar cambiando bruscamente.
Me desprendí de muchas cosas y costumbres: desde los pelos hasta la velocidad. Es impactante el encuentro con una misma. La desorientación es tal, que hice lo que pude, lo que estaba en mi naturaleza. Así me fui conociendo. Pensaba: “¿Por qué buscamos cierta estabilidad, si vivos o muertos somos puro movimiento y transformación?”.
Empecé la quimioterapia el día que cumplí 29 años. Luego de siete meses, extirparon la mama completa y 20 centímetros de piel. Al final, radioterapia. Nueve meses. En los días lentos pensaba: “Tengo que hacer el tratamiento muy bien, así no vuelvo a sentir esto”.
Antes de operarme, Omar Pereyra me citó a la flamante radio Pulxo para que hiciéramos “algo”, que terminó siendo una columna con actividades culturales en su programa Hoy es hoy . La metáfora resonó en mí, ya que vivir el presente es parte del aprendizaje. De pronto estaba frente al micrófono, junto a gente increíble. Fue muy importante empezar algo nuevo, sentirme desafiada y aprender con personas como Sergio Zuliani, Omar y todo el equipo. En Pulxo vivo un sueño que tengo desde chiquita: hacer radio.
Mi familia, más la familia que elegí en Medida x Medida, amigos, compañeros, alumnos, médicos, mi terapeuta, enfermeras, secretarios y otros pacientes me bancaron como la mejor de las hinchadas en un partido durísimo. Decir gracias a todos, siempre será poco.
Este año le tocó a mi madre, que es mi compañera incondicional: tiene un carcinoma en la mama derecha. La operaron primero y ahora está haciendo el mismo tratamiento que yo. Parece una película de Almodóvar, pero por lo menos ya sabemos un poco cómo es.
Estoy bien, disfruto lo que hago, equivocarme es posible y busco estar donde me siento libre. Tengo 30 años y, afortunadamente, nunca seré la misma.
Fuente de información e imágen: http://www.lavoz.com.ar/salud/aprender-vivir-el-presente
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