En esta nueva columna de Capacidad en Primera Persona, te invitamos a que conozcas a Carla, una joven santafesina cuya sonrisa es tan grande como su corazón. Su sordera es a causa de anoxia perinatal, es decir, porque demoró al nacer y le faltó oxígeno, no obstante, quienes la conocen de cerca, pueden asegurar que derrama vida en abundancia. Ella sabe perfectamente conjugar el amor por la libertad y los sueños, las responsabilidades, tanto en sus estudios como en la coordinación de un área desde la que genera proyectos de inclusión, y el tiempo para “andar por todos lados” y conocer nuevas amistades.
Mi nombre es Carla Yamila Guayaré. Tengo 24 años (cumplo años el 10 de agosto). Estudio Psicología en la Universidad Católica de Santa Fe. Nací en Vera, Santa fe y, actualmente, vivo en la capital de la provincia.
Mi color preferido es el azul y la comida, ñoquis con salsa blanca mezclada con jamón. Las estaciones del año que más me gustan son verano y primavera porque me hacen sentir más libre, sin preocupación por abrigarme… Como verán, no me gusta mucho el frío, jajaja…es que amo andar por todos los lados y el frío muchas veces me lo impide.
Generalmente, me levanto a las nueve de la mañana, aunque si tengo que estudiar, lo hago más temprano. Casi siempre desayuno leche con chocolate. Algunos días voy a cursar en diferentes horas. Los domingos voy a misa con mi familia.
Y en mis tiempos libres voy a las reuniones de la Subcomisión de Jóvenes Sordos de Santa Fe (ASORSAFE) de la cual soy la Coordinadora desde este año. Esta Subcomisión es parte del Centro de Estudio y Difusión de Lengua de Señas Argentina (CEDILSA). También soy miembro del Semillero de intérpretes, un grupo con el cual realizamos actividades para mejorar la calidad de vida. Les cuento que una de las tareas que hemos hecho desde allí, es presentar un proyecto con el Hospital Iturraspe al Gobierno de Santa Fe, para instruir a un grupo de profesionales e incluir mediadores sordos en su plantel.
Creo que la discriminación hacia las personas con discapacidad siempre está. Me parece que para destruir las barreras de la discriminación es necesario tener un contacto o una relación más directa, persona a persona. No es suficiente con comunicarse a través de Facebook, e-mail, etc. Ni tampoco, leyendo los libros o yendo a un curso. No basta porque, cuando nos relacionamos persona común con persona discapacitada, podemos sacarnos las dudas o los miedos, el rechazo, la ignorancia, etc. El otro quizá no pueda caminar, no pueda ver ni escuchar, pero tiene muchas otras capacidades… Esas son las barreras que hay que derribar.
Les cuento una de mis experiencias. Un día estaba con una persona oyente hablando mientras caminábamos. Yo tenía sed y encontré un dispenser de agua, tomé un vaso, lo llené con agua sin mirar y le dije que siga contándome lo que venía relatando. Esa persona se quedó con la cara dudosa, callada y me sorprendí. Entonces le pregunté si estaba bien, si le pasaba algo. Ella me miró con los ojos abiertos y me dijo: “No escuchás, pero llenaste el vaso sin mirar. ¿Cómo pudiste saber si estaba lleno sin caerse ni una gota de agua?”
Le dije: “¡Ah!, tengo cuatro sentidos… sentí el peso”. Y ella se re-sorprendió.
Otra de las barreras que aún existen es ver a las personas discapacitadas como pobrecitos, sin ver que tenemos capacidades, sentidos, sentimientos, inteligencia. Nosotros somos capaces de aprender, de estudiar, de comunicarnos, de trabajar, de independizarnos. Somos dignos, somos personas.
Creo que es necesario rescatar y revalorizar el amor, la verdad, la justicia, la confianza, la seguridad, la amistad y la fe.
La Fe te sorprende porque aparecen cosas increíbles cuando menos las esperabas… Realmente, es necesaria porque te ayuda a soportar las cosas pesadas que tenés en la mochila, con la esperanza de saber que estará todo bien y llegarás a la meta. Yo admiro a Jesús y creo en él, el hijo de Dios.
Quiero decirles a los jóvenes que tienen alguna discapacidad y que se autoexcluyen, que la autoexclusión es como una piedra o una pérdida de tiempo, porque solo podés para mirar tu discapacidad y las barreras, y no las capacidades que tenés. Nunca digas “imposible” porque sé que podés cumplir tu sueño. Y cuando escuches a tu corazón, lo que él te dice, que amas un sueño y que el amor vence todo, sin duda lograrás tenerlo. Demuestra que puedes hacerlo, para Dios nada es imposible. Confía en vos mismo. Ignora la comodidad y lo que otras personas dicen, sino terminarás arrepentido cuando te des cuenta de que perdiste muchas oportunidades que la vida te dio, y quizá ya sea tarde.
Por Ana Argento Nasser
Equipo de Prensa de Por Igual +
Colabora en la edición junto al Equipo de Prensa: Miriam Coronel
0 comentarios