EL PODER DE LA MÚSICA
La música en general es capaz de congregar a multitud de personas por diversos motivos; ya sea su belleza, estética, lírica o letra. Pero sucede que últimamente no se trata sólo de un fenómeno de masas sino también que aprovecha su atracción hacia personas con diversas discapacidades quienes, han encontrado en sus encantos un refugio, cobijo o simplemente placer.
Así se extiende la aplicación de la llamada «musicoterapia» en diversos ámbitos que bregan por una mejor calidad de vida de personas con discapacidad e, incluso, en algunos casos aportar a un buen tratamiento. «Lo traje porque le gusta la música» suelen ser las primeras frases de familiares interesados en esta práctica, quienes llenos de incertidumbres y ansiedades se abocan a apostar a las bondades de la música. Con el tiempo, los resultados van apareciendo sin «recetas mágicas»: mayor concentración en niños con déficit atencional, mayor interacción de personas con autismo, entre otras.
Éste es el caso de Matias quien, con dos años y medio, posee Tratorno del Espectro Autista (T.E.A) cuya dificultad más grande se encuentra en el habla y el vínculo con quienes lo rodean. Una vez dentro del consultorio Matías selecciona rápidamente, de entre todos los instrumentos disponibles, el Pandero (instrumento musical de percusión, con forma circular y parche de cuero). Comienza a girarlo, observándolo hasta que se cae naturalmente por la fuerza de gravedad. Realiza esta acción una y otra vez, repetitiva e incansablemente. Con esto se aísla completamente de su entorno, desconectándose de los tres adultos que se encuentran con él.
Una de las musicoterapeutas, mirando en todo momento a Matías, toma la armónica y hace sonidos cada vez que el niño hace girar el Pandero. Cuando el instrumento cae al suelo, la profesional deja de hacer sonidos. Luego de varias repeticiones, la terapeuta decide dejar de tocar su instrumento y sorpresivamente observa que el niño -que tan concentrado estaba en su tarea de hacer girar el pandero- la mira y, consecuentemente, ella interpreta un pedido para que continúe acompañándolo en su actividad. Gradualmente comienzan a generarse mayores intercambios de miradas por parte del niño hacia la terapeuta, la cual pregunta: ¿querés más? Y recibe como respuesta una sonrisa aprobadora.
La segunda Musicoterapeuta, quien se encontraba observando lo que sucedía, comienza a intervenir tomando la guitarra y acompañando rítmicamente la escena, con melodías asociadas al ritmo en que el niño hace girar el pandero sobre el suelo y obteniendo igual respuesta por parte de Matías: mirada sostenida y sonrisas. Al observar esta situación, su mamá también se suma con una maraca y comparte la acción de tocar, reír, y disfrutar el juego compartido.
Inmediatamente Matías aprueba las intervenciones, extendiendo su pedido para ser acompañado a través de una mirada a cada una de las terapeutas y su madre. Se forma una gran banda que suena con la dirección de Matías y su Pandero.
Lo que resulta interesante de este recorte de sesión de Matías es ver como el Pandero deja de ser un mero objeto de desconexión, que girando acaparaba toda la concentración de este niño y que lo aislaba de su entorno por completo, a convertirse en un instrumento funcional que le permite poder compartir una acción junto con otros a través de un hecho musical.
Sin recetas mágicas…
Es entendible que no se trata de recetas mágicas, pero si se ha observado que con dedicación, tiempo y paciencia, se observan resultados y progresos. A pesar de la incertidumbre, el desconocimiento o la falta de información sobre la función del musicoterapeuta y su posible aporte a los tratamientos, son habituales en los padres que llegan a la consulta la apertura y las ganas de recorrer nuevos caminos de la mano de esta terapia.
Los padres van descubriendo en los procesos musicoterapéuticos que la música es un recurso maravilloso que está disponible siempre, que es simple, seguro y efectivo. Se puede hacer uso de ella en todo momento, circunstancia y lugar. No hace falta saber tocar un instrumento ni cantar afinado, simplemente es cuestión de aprender a tenerla en cuenta y (sobre todo) estar atentos y permeables a utilizarla. Los niños nunca dirán que alguien es desentonado o toca a destiempo, en cambio siempre recibirán con agrado las melodías y el afecto que con ellas se transmite. Esto hará que se genere una unión como un lazo invisible que los acaricia y envuelve dándoles seguridad.
Fuente del artículo: http://www.elcisne.org/noticia/ldquo-traje-porque-le-gusta-musicardquo/3513.html
Fuente de imagen: http://www.musicalen.com/portfolio/musicoterapia/
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