Alice Howland, una lingüista exitosa tendrá que confrontarse con un prematuro tipo de Alzheimer. Comenzará olvidando algunas palabras, luego se debilitará su sentido de orientación, más tarde dejará de reconocer a sus seres querdios y un día será un yo sin yo. La trama no es otra que el triunfo de una enfermedad que desorganiza exteriormente el lenguaje y destituye interiormente la memoria de quien la padece.
Siempre Alice es una película con una historia que deprime y seguramente afectá a más de un espectador. En esa dureza realista y natural reside el punto fuerte de la película, ya que bien es verdad que antes se ha explorado el mal del Alzheimer en el cine, aquí nos enfrentamos a una historia muy bien contada a través de ingeniosas elipsis que marcan como una persona joven va perdiendo su identidad y a la vez, perdiéndose a si misma.
La actuación de Julianne Moore (Alice) es tan intensa como desgarradora. Con sus miradas transmite a la perfección lo desolado y pérdido que se encuentra su personaje. Una escena para destacar, es cuando da un discurso sobre su condición ante un auditorio con varios pacientes – y su familia- que padecen lo mismo, es ahí donde Moore, condensa todo lo maravilloso y triste de Alice.
Todo se resume a como la protagonista decide afrontar su inevitable destino, donde lo más importante es no perder la identidad y perderse a sí mismo, ni ser una carga para los otros. Olvidarse unas palabras, algún nombre o la cara de un ser querido es terrible, pero Alice demuestra que lo peor sigue siendo no reconocer a esa mujer que le devuele la mirada en el espejo, sus logros, los buenos y los malos momentos, eso que, en definitiva, nos distingue del resto de los animales y nos convierte en lo que somos: seres humanos pensantes y emocionales.
Siempre Alice, nos permite empatizar con ese lugar lleno de temor y de dolor que – aunque a veces preferíriamos negarlo – se encuentra tan accesible para todos, y sobre todo nos recuerda que todo lo que tenemos realmente es nuestra fragilidad y mortalidad.
» ‘Vive el momento’, me digo a mí misma. No puedo hacer más. Vivir el momento sin flagelarme demasiado…Sin flagelarme demasiado por dominar el arte de perder. Pero sí intentaré recordar algo y es el haber hablado hoy aquí. Se irá. Lo sé. Puede que incluso mañana. Pero significa mucho poder hablarles hoy como hacía mi antiguo y ambicioso yo tan fascinado por la comunicación.»
Por Agostina Ibarrola
Columnista de Espectáculos
Equipo de Prensa
Fundación Por Igual Más
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