Laura Rossler vive en la ciudad de Santa Fe, es madre, contadora y docente. Realiza diversas actividades con los Misioneros de La Salette y nos cuenta, para la sección “Capacidad en Primera Persona”, su experiencia con la discapacidad y su verdadera limitación.

Me llamo Laura Rossler, tengo 56 años, vivo en la ciudad de Santa Fe y soy “multi tuti” a pesar de haber nacido con una sola mano. Soy mamá, contadora y profesora en la educación terciaria.

Participo en diversos ministerios en la parroquia de Ntra. Sra. de La Salette entre ellos catequesis prebautismal, música, Consejo Pastoral etc., siempre compartiendo la espiritualidad de La Salette, que es el anuncio de la reconciliación.

Mi mamá tuvo anemia cuando me estaba gestando y le dieron una droga para fijar la vitamina k. En esa época, no se sabía de las contraindicaciones, y durante los años sesenta nacieron varios bebes con alguna discapacidad. Por esa causa no desarrollé los huesos del cubito y el radio.

Tuve la bendición de tener una familia que me enseñó que podía hacer todo lo que quisiera, pero a mi manera. Mi brazo tiene la aprensión entre el codo y el brazo y con eso puedo agarrar el tenedor, la tijera, cortarme y limarme las uñas o tejer pero a mí modo y a mis tiempos.

Además, se puede decir que tengo un títere propio, porque el brazo fue el títere de mi hija y de mi sobrino cuando eran niños. Los dedos no desarrollados dan la formita de una nariz, lo que sería el tramo de la muñeca la boquita, y como esos huesitos se mueven, dan la forma de una carita. Les pintaba dos ojitos y hacía reír a los chicos, incluso le hablaban como si fuera otra personita, algo muy divertido.

Yo creo que mi discapacidad no está en mi parte física, está en mis exigencias, creer que todo lo puedo hacer sola, sin reconocer que todo viene del auxilio de Dios. Mi anhelo es seguir siendo un brazo al servicio de Él para ayudar a otros hermanos en lo que necesiten.

Por Víctor José Álvarez Díaz

Equipo de Prensa

Fundación Por Igual Más

Colabora en edición Sofía Rodríguez Galván