Juan Pablo, Juanpi para los amigos, tiene 29 años, es psicólogo, profesor y un incansable aprendiz de la vida,la cual vive a pleno desafiando las barreras y desafíos de ser, además, un joven ciego. Le encanta pasar tiempo con su familia y amigos. Él piensa que lo más triste que le puede pasar a una persona es que no se anime a superarse. Te invitamos a que conozcas su historia.
Hola, soy Juan Pablo, tengo 29 años y soy oriundo del interior de Salta. Soy psicólogo y hace poco me recibí de profesor universitario. Trabajo en la Oficina de Inclusión Educativa de la UNC. Específicamente, hago tutorías en informática para estudiantes con discapacidad. Además, doy clases de informática en casa; en particular, de celulares y tablets con lectores de pantalla. También tengo algunos pacientes, pero me gusta más la parte de psicología con orientación organizacional u orientación vocacional. Estoy trabajando en un proyecto en la Dirección de Turismo de la Provincia. Entre otras cosas hacemos folletos, cartelería y planos en braille. Además, trabajo en Cilsa en dos proyectos, por un lado, en el Programa Nacional de Concientización, en donde damos charlas con respecto al modelo social de la discapacidad en instituciones educativas, empresas, espacios públicos. Y por otro, en un proyecto que consiste en la entrega de elementos ortopédicos, sillas de ruedas, bastones. Y luego, les damos talleres a los usuarios y familiares acerca de la importancia del cuidado de las cosas.
Mi día comienza muy temprano, a las 7. Mientras desayuno, prendo Twitter. Tengo una aplicación que, cuando dejo bloqueada la pantalla, me va leyendo los tuits de los diarios y personas que sigo. Si quiero saber más acerca de alguno de los titulares, le pido a la aplicación que me lo mande al mail, así después lo abro y me sigo informando. En ese momento me entero cómo está el tiempo, si habrá manifestación en el centro, y ese tipo de cosas necesarias para moverse en la ciudad. Tres veces a la semana viene a casa un profe de entrenamiento de musculación y gimnasia aeróbica. A las 9 entro a mi trabajo. Suelo volver 18:30 o 19 h. Y siempre tengo algo para hacer, ya sea instalar alguna aplicación en un teléfono o atender a algún paciente. Siempre tengo para leer y estudiar. Me gusta aprender, para mí la vida es aprender. También suelo agarrar la guitarra. Además practico masajes terapéuticos. Y siempre estoy disponible para alguna juntada con amigos. Y a la noche me hago el tiempo para compartir con mi familia. Ahora estoy grabando con mi guitarra, porque varias compañeras del trabajo me lo han pedido. Grabé “Estoy enamorado” y “Desde que no estás aquí”. También grabé el “Feliz cumpleaños” en instrumental, para cuando mi viejo cumplió años.
En el 2003 vine a vivir a Córdoba. Ese año terminé el cole en “El Huerto” ( por el Colegio Nuestra Señora del Huerto) y es el culpable de que no se me note tanto mi origen salteño; salvo a veces, cuando toco la guitarra. Y fue así, porque todos mis compañeros eran de Córdoba. En cambio, en la facu tuve compañeros de todos lados.
Cuando empecé la facu en el 2004, no tenía idea de cómo aprovechar mejor la tecnología que tenía. Estuve con un profe que me enseñó por cuatro meses, y luego falleció. Recuerdo que me hacía escribir, y luego la máquina me decía información sobre lo que le pedía. ¡Era tan grande mi felicidad…! Y fue seguir aprendiendo e investigando. Hoy tengo una compu que, desde que la prendo, habla.
Los fines de semana puedo salir a correr hasta doce kilómetros. Además, tengo muchos amigos, me suelo juntar con algunos para que me cuenten sus experiencias como mochileros, con otros he subido cerros y paseado por las sierras.
Mi familia está compuesta por mis papás Ricardo y Kely, y mis hermanos Ricky y Nico. Yo soy el del medio. Ricky está casado, su esposa se llama Natalia y mi sobrina Catalina. Mi familia tuvo y tiene un rol muy importante, determinante diría, en las decisiones que tomé de estudiar y formarme. Siempre me han inculcado valores con respecto a la formación académica, compartir y ser persona, más allá de la educación.
Anécdotas tengo varias, por ejemplo cuando empecé a hacer coaching teníamos cinco minutos para presentarnos. La consigna era que en cinco minutos tenías que reírte de vos mismo. Y no se me ocurrió mejor idea que hacer uso de la ceguera para eso. Así que hice varios colmos sobre personas ciegas y los iba mezclando con anécdotas personales.
Otra muy divertida ocurrió en casa de unos amigos que tenían un pekinés llamado Casimiro. Y bueno, yo quería saber si el perrito veía o no. Y sí, el animal veía.
Tanto en la escuela como en la facu, siempre me encontré con barreras, sobre todo culturales. Añadiría desconocimiento y prejuicios. Pienso que la discapacidad es una situación tanto médica como social, pero sobre todo social. Porque en las interacciones entre los seres humanos se entreteje todo: cómo van a ser las relaciones, si habrá cuestiones de posibilidad o no, si habrá trabas o barreras.
Lamentablemente, de esto se habla muy poco o ni se lo menciona en las carreras universitarias. Sí, en congresos. Cuando estudiaba el profesorado, tuve que preparar una clase, y decidí hacerla sobre esto. Y resultó ser un tema nuevo para personas que están hace más de treinta años en la Institución. Yo encuentro en esta mirada social, de mirar a la persona como tal, una mirada de feedback. En la facu esperaba que el docente me preguntara si estaba hablando fuerte o si necesitaba algo. Ahora soy yo quien le expresa sus necesidades al docente. Yo también voy a dar clases a personas diferentes a mí, pero en primer lugar, son personas. Todo esto lo aprendí en Cilsa.
Creo que lo más triste que le puede pasar a un ser humano es que no se anime a superarse. A mí me alegra mucho cuando el querer es más fuerte que el poder.
Por Gisela Trento
Equipo de Prensa de Por igual +
Colabora en la edición junto al Equipo de Prensa: Miriam Coronel
También podés escuchar el audio de la entrevista que le hicimos en radio María en este enlace
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