Dora Lamas: “Es solo proponerse las cosas para salir adelante”

persona usando maquina de coser

Por Igual Más

22/01/2016

 Dora Lamas tiene cincuenta y seis años. Nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, y reside actualmente en la localidad de Rafael Calzada del partido de Almirante Brown, en la provincia bonaerense.

 

Su hobby es escuchar música y plasmar lo que pasa por su cabeza en una prenda de vestir o en un simple garabato.

 

Su ropa es casual y cómoda y se viste de acuerdo a su estado de ánimo. Le gusta usar aros, lucir su rosario y, en invierno, agrega a los accesorios que viste, una medalla de San Benito. Además, dependiendo de la ocasión, también una chalina.

 

Describir su gusto por la moda no es casualidad en la vida de Dora. Mujer emprendedora por naturaleza, desde chica trabajó en el oficio de confección de ropa prêt à porter (ropa de uso diario), el cual aprendió desempeñándose en distintos talleres textiles.

 

Son muchos los obstáculos que tiene que sortear a diario desde que a los cuarenta y tres años adquirió una septicemia generalizada con la complicación de una gangrena, lo que derivó en una discapacidad motriz, visceral y neuronal “pero con ganas de seguir dándole pelea a la adversidad ya que todas las neuronas no se murieron”. Así es que pronto se propone retomar sus estudios de la Licenciatura en Diseño Industrial con orientación en textiles, ropa y calzado industrial en la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), lo que la motiva a seguirse superando.

 

Estas son algunas líneas de una gran historia y una gran mujer. Te invitamos a seguir leyendo y conociendo como la capacidad está en su vida, en primera persona.

 

 

 

 

 

En mi crianza, desde niña te enviaban a adquirir conocimientos, como tejer al crochet, bordar a mano, etc. Bueno, yo tenía siete años cuando comencé a cursar estos aprendizajes. A los diez años hacía terminaciones de mantillas y ropa de bebés para una boutique muy importante de mi zona. A los quince años comencé a trabajar en un taller de costura como aprendiz de mesa donde fui adquiriendo mucho más nociones acerca de las partes que componen las prendas. Luego me pasaron a la producción en ese mismo taller. Allí trabajábamos para las firmas Etam, Feminisima, Pecosos, entre otras.

 

Les cuento que el proceso de confección industrial se diferencia del trabajo de una modista en que se confecciona por cantidades (no de a una prenda) y la vestimenta es más casual o diaria. La modista hace una prenda y es muy raro que repita el modelo, además que le lleva más tiempo en confeccionar. Por otro lado, en la industrialización se obvian algunos pasos que hacen ellas. Por ejemplo, las modistas toman las medidas, hacen los moldes, hilvanan, hacen puntos flojos, prueban la prenda varias veces y hacen las terminaciones a mano. Lo nuestro (industrial) se determina por escala de talles. De todos modos, cuando aprendemos en la universidad, aprendemos de todo. Hay que saber todos los pasos y métodos posibles.

 

Bueno, les sigo contando de mi historia. A los diecisiete años fui a la ciudad de Lomas de Zamora, aspirando a aprender más. Entré a trabajar en la firma Mont/Costa que hacía licitaciones para las fuerzas de seguridad (policía, marina, ejército, etc.). Confeccionábamos desde las indumentarias de fajina hasta la sastrería y las carpas de campaña. En ese lugar, aprendí a trabajar en todo tipo de máquinas. Al tiempo, formé mi familia. Tuve dos varones y dos mujeres (actualmente estoy separada) y, al ser mamá, no podía salir a trabajar fuera de casa. Entonces comencé a trabajar desde mi hogar con una máquina recta a pedal. Estos inicios me permitieron comprarme mi primera máquina recta (una máquina familiar a pedal y luego me compré la máquina industrial que es mucho más pesada y rápida, además de eléctrica) Así fui creciendo y trabajando para distintas firmas como Snow Baal, Tac Force, Vos, Almendra, Live Me, cubre tapizados TyT, Sabash, etc. Cuando no había producción por cambio de temporada, yo tejía a mano y confeccionaba con una máquina Knittax familiar, desde pulóveres hasta remeras, según lo que solicitaran.

 

Con la experiencia adquirida en tanto tiempo, he logrado tener mi casa, un auto y mantener a una familia entera. Incluso, aún sigo haciendo la ropa propia. Todo es crear y ¡te da satisfacción cuando vas andando y ves tus prendas puestas en alguien!

 

 

Para mí y porque la vida me llevó por otros caminos, lo más difícil sería hacer sastrería. Hice solo cuando era joven y, por eso, es algo pendiente como también lo es la alta costura. Así que tengo esperanza de algún día estudiarlo a fondo con Piazza, aunque económicamente se me complica.

 

 

¡Y tengo otro proyecto! Apunta a capacitar a personas que quieran trabajar en fábricas o independientemente, inclusive las que estén dispuestas a realizar su propia ropa y la de su familia, ahorrándose mucho dinero. Se los aseguro. Aprenderán según sus capacidades físicas (una persona que no tiene piernas no puede manejar una máquina eléctrica industrial pero sí puede tejer). También, formando un grupo de personas que trabajen en conjunto, ellas podrían realizar otras tareas dentro de un taller. Todas las personas con voluntad pueden hacerlo, se los prometo.

 

Les dejo mi correo electrónico (tiagoyfranco@gmail.com) y mi celular (+549 011-1569387747), donde seguro me encuentran.

 

A todos mis compañeros y amigos les digo que si nos proponemos algo, todos/as podemos. Yo creí morir cuando me llegó esto (la discapacidad). Pero cuando evolucioné, me puse las pilas y comencé mi secundaria. Ahora voy por mi carrera universitaria y, cuando termine, comenzaré a devolver a la sociedad lo que me está brindando. Hoy, instruyendo en hogares de madres solteras o vulnerables para que dejen de ser dependientes de los gobiernos de turno y tengan una salida laboral digna. Así, yo pude comprarme mi casita y darles una carrera a mis cuatro hijos sin ayuda de nadie. Es solo proponerse las cosas para salir adelante. Y a pesar de la vida que nos toca, divertirnos un rato aprendiendo para luego sonreír con orgullo de lo que somos capaces de hacer y que no habíamos soñado. ¡Es algo que no tiene precio!

 

 

Por Ana Argento Nasser

Equipo de Prensa 

Por Igual +

Colabora en la edición: Mirian Coronel

Fuente de imagen de portada: dreamstime

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